La crisis de la vivienda en España se analiza, casi siempre, desde la misma óptica: la escasez de oferta, el precio desorbitado del suelo o la presión de los grandes tenedores. Sin embargo, en el debate se olvida una variable crucial y que pone en jaque la capacidad del país para levantar nuevas promociones: la alarmante falta de relevo generacional en la construcción. Mientras los obreros envejecen, los jóvenes dan la espalda a la profesión, un fenómeno que podría convertirse en el verdadero cuello de botella para aumentar el parque de vivienda.
Según datos de BBVA Research, la edad media de los trabajadores del sector se ha disparado de los 37,3 años en 2007 a los 45,1 en 2022, un envejecimiento que duplica el del resto de la economía española. Un simple paseo por cualquier obra basta para constatar una realidad que las cifras confirman: la profesión es hoy un oficio de veteranos. Según un informe de la Fundación Laboral de la Construcción presentado en 2019, el 3% de los trabajadores de la construcción tienen entre 20 y 24 años y el 16% tienen entre 25 y 34 años, porcentajes que en 2008 eran del 8% y del 32%, respectivamente.
Escasa construcción y pocos albañiles. La crisis se agrava y los jóvenes no tienen prácticamente acceso a la vivienda, haciendo que, ante esto, se empiecen a normalizar y darse a conocer conceptos como los de »vivienda prefabricada», que se empieza a popularizar en plataformas de compra-venta como Amazon.
Este desequilibrio es un problema capital. Fuentes del sector estiman que se necesitarían entre 700.000 y 800.000 nuevos profesionales para cubrir la demanda actual, pero el goteo de albañiles, encofradores o electricistas que se jubilan es mucho mayor que el de los jóvenes que entran. La crisis financiera de 2008 provocó un éxodo masivo de profesionales y una percepción social negativa del sector que todavía perdura, considerándolo un trabajo precario, duro y con escaso prestigio, a pesar de que los salarios han mejorado sustancialmente.
En los programas informativos de Telecinco se hicieron eco de este problema, recogiendo el testimonio de Manuel, un albañil de 57 años que afirmaba con resignación que no encuentra jóvenes interesados en el oficio, una declaración que se convierte en la radiografía perfecta de un sector que se está quedando sin gente.
Las consecuencias directas de este apagón de profesionales ya se perciben. La escasez de mano de obra se traduce en retrasos en la ejecución de las obras, lo que ralentiza la salida al mercado de vivienda nueva y contribuye a tensionar aún más los precios. Las empresas constructoras, incapaces de encontrar personal cualificado, ven mermados sus márgenes y se ven obligadas a reducir su actividad, lo que a su vez frena la capacidad para dar respuesta a la creciente demanda de vivienda en España.