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Solo hay cinco profesores que enseñan a manejar una grúa de construcción en Madrid: «El que tenga el carnet tiene trabajo asegurado»

Pese a que antes se trataba de un trabajo relegado al operario que no tenía nada que hacer en la obra, a día de hoy es uno de los puestos mejor remunerados del sector

15.05.2025 15:44

Vicálvaro, Fuenlabrada y Paracuellos del Jarama. Si alguien desea aprender a manejar una grúa en Madrid, estos son los únicos lugares en los que es posible hacerlo con maquinaria de verdad. Una fundación, una empresa privada y un centro público de la Comunidad de Madrid, respectivamente. “Es como una red, todos nos ayudamos”, confiesa Juan Ángel del Amo, profesor en la Fundación Laboral de la Construcción a tiempo parcial.

Su andadura en el mundo de la construcción comenzó en la infancia, cuando su padre creó una empresa dedicada al sector de la edificación: “Cuando alcancé la edad laboral, dejé la universidad para meterme en este oficio. Llevo desde los 19 años dando clases y trabajando como gruista”. El 95% del tiempo lo pasa en el aula, pues también imparte clases en el Centro de Empresas para la Innovación y la Formación (CEIF) y en el Centro de Formación en Edificación y Obra Civil.

En la fundación soy el único profesor gruista y en Madrid no creo que seamos más de cinco. Muy pocos. Además, en otras provincias no hay este tipo de cursos, así que a nivel nacional no superaremos la veintena”, desvela. Son pocos, aunque muy efectivos. Juntos, se han unido para que los gruistas licenciados reciban una titulación oficial. “Por ahora solo reciben un carnet, pero se está remodelando. Estamos en proceso y ya ha salido en el BOE el método para que haya una cualificación profesional. Somos nosotros, los profesores de Madrid, quienes luchamos por el cambio”, asegura. El centro de Vicálvaro es fruto de varios estamentos, según adelanta el docente, tanto políticos como laborales, con el fin de profesionalizar el gremio de la construcción y mejorar la formación y prevención de riesgos. “Hay cursos de todos los niveles, desde el que va a entrar por primera vez en una obra y necesita los conocimientos básicos, hasta arquitectos que vienen a aprender técnicas vanguardistas”.

Las instituciones educativas y empresas que formen a operarios abundan. Sin embargo, aquellas que lo hacen con grúas reales, son fruto de la escasez. “Si no estuvieran en contacto con la maquinaria real durante las clases, no podrían manejar una grúa al salir del curso. Los simuladores están bien al principio para quitar el miedo, pero no para adentrarse en el mundo laboral directamente. Entraña mucho peligro, mortal incluso”, explica del Amo, que a lo largo de sus 25 años de trayectoria nunca ha tenido un incidente: “Lo máximo ha sido un dolor de cabeza”. Los alumnos, una vez terminan el curso, deben enfrentarse a un exámen teórico y una prueba práctica que organiza la Delegación General de Industria con el fin de comprobar si los futuros gruistas cuentan con las habilidades y conocimientos requeridos. “Sería lo equivalente al máster habilitante en psicología o magisterio, ya que te permite entrar en el mundo laboral”, destaca.

Las clases no son completamente fieles a una obra de construcción real. “Tenemos que ceñirnos a los exámenes y no hay demasiado tiempo”, aclara. Si bien le gustaría ampliar los conocimientos de los futuros gruistas, debe ajustarse a las órdenes de la delegación, que, según él “no está mal pero sí algo incompleto”. El campus de la fundación, que cuenta con varios edificios, ha sido parcialmente elevado por los alumnos del curso de Operador de Grúa Torre, algo que diferencia a la institución de otras similares. “Aprovechamos el buen hacer de los alumnos que están terminando para que quede aquí un cachito de su trabajo”, relata mientras reconoce que el centro educativo de Vicálvaro es “el único que lleva toda la vida haciéndolo bien”. Juan Ángel habla de garantía segura al referirse al desenlace de los cursos, en los que “nunca hay un fallo porque llevamos haciéndolo muchos años”.

El alumnado, que poco tiene que ver con el de hace unas décadas, es mayoritariamente autóctono. A excepción de un pequeño porcentaje que procede de municipios colindantes, los futuros gruistas de Madrid serán madrileños. “Al ser un curso largo, de dos meses y medio, a la gente no le hace gracia desplazarse 150 kilómetros cada día”, suma. De la misma forma, casi la totalidad del estudiantado son hombres, aunque la tendencia es que cada vez se apunten más mujeres: “Antes había una cada tres años y ahora hay seguro una en cada curso. Es un trabajo igual de adecuado para ellas”. En términos de edad, los grupos se han rejuvenecido. Hace años la media de edad rozaba la treintena y ahora el grueso lo conforman jóvenes de entre 18 y 25 años: “Incluso menores de edad”.

De oficial a capataz

Los cursos empiezan abordando las nociones básicas, como el funcionamiento de la grúa o la normativa en nuestro país, siempre con los exámenes finales en el horizonte. “Tenemos que apretar mucho y preparar bien a los alumnos, por lo que dedicamos la mitad del tiempo a aspectos teóricos y el resto a casos prácticos. Se hace ameno. El trabajo en sí lo es. Se nos pasa el día volando”, confiesa. En su aula hay perfiles de todo tipo, pues el único requisito de acceso es haber finalizado la Educación Secundaria Obligatoria: “Viene gente que no tiene nada que ver con la construcción, como un carnicero, por ejemplo, que no sabía ni lo que era una. Sólo que tiene forma de T”. Prácticamente desde cero, del Amo consigue que sus alumnos manejen las botoneras como si llevasen años haciéndolo y asimilen el oficio “en perfectas condiciones”.

$!Las escuelas que forman a los operarios con grúas reales se encuentran en Vicálvaro, Fuenlabrada y Paracuellos del Jarama.

Un oficio que, según declara, está “muy bien” remunerado en la actualidad. “Hay mucha demanda. Los alumnos, al terminar el curso, ya tienen apalabrado un puesto de trabajo”, señala. Una suerte que, en parte, le deben a él. Tras toda una vida dedicándose a este campo, comparte sus contactos en empresas para que todo el mundo encuentre un empleo: “Sigo en contacto con todos. El que tenga carnet de gruista tiene trabajo asegurado”. No siempre fue así, pues cuando aún no se expedían carnets habilitantes, se le daban los mandos de la grúa a quien menos trabajo tenía: “Para que, por lo menos, manejase la máquina. Era una concepción mala de nuestro oficio. Una vez salieron los primeros carnets, en 2003, se convirtieron en los más espabilados de la obra, por detrás del jefe y el encargado”.

De un extremo a otro. “Ahora es de los pocos puestos que requiere graduado escolar, que ha tenido que superar un examen y sacrificarse un tiempo para interiorizar el temario. Eso hace una criba muy grande y ha hecho que los gruistas hayan cambiado la categoría profesional, de oficial de primera a capataz, teniendo un grupo de personas a su cargo”, resalta. Para Juan Ángel, que disfruta transmitiendo sus conocimientos a los futuros gruistas, la mejor parte de su profesión es “cuando viene gente que no sabe absolutamente nada sobre grúas y salen de aquí con un oficio”. Los regalos se han convertido en tradición al finalizar el curso como muestra de agradecimiento a su entrega con todos sus discípulos que, en ocasiones, llegan sin motivación al centro: “Dicen que les he cambiado la vida”.

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