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El ‘Empire State’ valenciano cumple dos décadas inacabado

El diseño original de la Torre de Francia, en su día el rascacielos residencial más alto de España, incluía como remate un restaurante «de cristal»

13.01.2023 09:14

Ya se cumplen dos décadas de la finalización de la icónica Torre de Francia de València, durante varios años el rascacielos «residencial» más alto de España. El arquitecto que lo diseñó, Julio Gómez-Perreta, desvela para Levante-EMV los entresijos del diseño y construcción del hito en altura que marca el arranque de la moderna avenida de Francia.

Arquitectos y urbanistas introdujeron a finales de los años 90 la idea de destacar los nuevos y amplios ejes viarios previstos en el Plan General de Ordenación Urbana de 1988 con edificios altos, como las «torres gemelas» que se proyectaron también en la avenida de Corts Valencianes, donde ahora se última la construcción del segundo de los rascacielos (el primero fue el hotel Hilton), obra póstuma de Ricardo Bofill.

La construcción de la Torre de Francia tuvo que sortear no pocos obstáculos. «En esta ciudad siempre ha habido reticencias a los edificios altos» y era la primera vez que se planteaba un edificio tan alto para una promoción de viviendas. De hecho, fue durante varios años el rascacielos residencial más alto de España.

Los promotores estaban preocupados por la respuesta del mercado. Hubo prisas y ajustes del presupuesto que obligaron a renunciar a detalles de acabados interiores y diseño exterior significativos. En la construcción de la torre de Francia se quedaron por el camino detalles que hubieran aportado mayor singularidad, como el restaurante-mirador de cristal de dos plantas proyectado en la azotea, que nunca se hizo por la urgencia de abaratar costes y agilizar los plazos de entrega de las viviendas. Hubo «falta de ambición». Gómez-Perreta aún lamenta la renuncia a aquel volumen de cristal. Imagina la visión nocturna del rascacielos con el cubo de cristal iluminado. «Hubiera sido como un faro», apunta el arquitecto valenciano que codiseñó y dirigió el proyecto de la torre junto con Rafael Mira, Salvador Esparza, Quina Esparza y Vicente Ordura. «La torre quedó chata, le falta ese remate, que le daría ligereza y atractivo», afirma Gómez-Perreta, quien apunta que sería posible añadirlo.

La Torre de Francia, con 35 plantas, obedece a un esquema constructivo «clásico», de volúmenes geométricos decreciente, como el que se aprecia en los archiconocidos «Empire State» y «Chrysler» de Nueva York, coronados por miradores y observatorios accesibles al público.

La incertidumbre de los promotores obligó a los arquitectos a desarrollar esquemas de plantas muy variados con viviendas de distintos tamaños, desde dúplex hasta pequeños apartamentos que «complicaron mucho el proyecto». Las exigencias de costes y plazos de los promotores obligaron a sacrificar calidades interiores de las viviendas, sin embargo, destaca Gómez-Perreta, no hubo concesiones en los acabados exteriores y de fachada, de un vistoso color blanco («apostamos por el siempre arriesgado color blanco porque ya sabíamos que la Ciudad de las Artes iba a ser de hormigón blanco»). Detalles como las grandes piezas de aluminio «alucubond» que rematan las esquinas fueron irrenunciables, aunque para su ubicación hubo que traer grúas especiales.

Otro de los problemas constructivos que hubo que sortear fue el temido nivel freático. Fue necesario inyectar toneladas de hormigón para poder construir los sótanos de la torre que preside la embocadura de la avenida de Francia y que, según el cambio de diseño introducido por el actual gobierno municipal, liderado por Joan Ribó, no llegará hasta el mar. La avenida acabará en el Grao, aunque no con otro hito en altura sino en un nuevo bosque urbano.

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