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Arquitectos de la moda, dos mundos en una dirección

30.10.2018 18:45

Hay modistos, como Balenciaga, a los que se les califica como arquitectos de la moda, y hay arquitectos que buscan en las líneas de sus edificios el fluir etéreo de una tela, las transparencias a través de la nitidez de los cristales o la más pura sofisticación cuando llega la noche y su diseño se ilumina.

La frase de Coco Chanel, “La moda es arquitectura, es solo una cuestión de proporciones”, pone de manifiesto que la moda y la arquitectura son dos profesiones que conviven, que se buscan y se encuentran con una interacción enriquecedora para ambas esferas de la vida.

En 1959, el arquitecto Javier Carvajal diseñó la primera tienda de Loewe en la calle Serrano de Madrid, uno de las primeras colaboraciones entre un arquitecto y una tienda de moda. Con el tiempo Carvajal llegó a diseñar 13 espacios para la firma, todos ellos “ligados a la imagen de la marca y vinculadas a su espíritu artesano”, explica la arquitecta María Eugenia Josa.

Enrique Loewe, el fundador de la firma, siempre ha definido la moda como cultura, belleza y sociología, lejos de la frivolidad con la que muchos la califican.

“La moda se reinventa con la sociedad, es un reflejo de su cambio. La arquitectura y la moda son la imagen visual de una época”, incide Josa, también profesora del ISEM, escuela de negocios especializada en empresas de moda.

Josa asegura que la moda y la arquitectura se entienden, juegan entre sí y se unen para realizar proyectos de ida y vuelta, pues ambos desarrollan su creatividad bajo los mismos parámetros: escalas, geometría, volumen, líneas o proporciones.

La arquitectura y la moda son la imagen visual de una época”, dice la arquitecto Eugenia Josa
“Son lenguajes visuales semejantes, buscan embellecer y cubrirnos, unos dando cobijo y otros tapando la piel”, asevera Eugenia Josa, advirtiendo que ambos mundos se interrelacionan porque los arquitectos crean espacios de moda y también hacen sus pinitos como diseñadores de moda o complementos, como Zaha Hadid, quien diseñó brazaletes inspirados en algunas de su obras o Ray Eames.

Moda y arquitectura
Pero también hay ejemplos en sentido contrario, Álvaro Castejón y Arnaud Maillard, Alvarno, recurrieron al estudio de arquitectura Vaillo Irigaray para lograr su “movimiento congelado”, en el desfile de 2013.

“Los creadores de moda quieren que los arquitectos diseñen tiendas o edificios emblemáticos para magnificar su marca”, explica la profesora, mientras que los arquitectos consiguen con estos trabajos “proyectar su imagen a una parte de la sociedad en la que no podrían ser reconocidos”.

Las conexiones entre ambos mundos son evidentes. Al maestro Cristobal Balenciaga se le conoce como “el arquitecto de la alta costura”, una calificación que se “aprecia en sus mangas, en sus costuras y precisos cortes”.

Otro nombre ilustre de la moda española. Paco Rabanne estudió arquitectura, donde aprendió dibujo, perspectiva, rigor y manejo de los volúmenes, según confesaba, mientras gracias a su madre “costurera, aprendía un oficio donde supo plasmar esos conocimientos siendo un adelantado a su tiempo al utilizar plásticos o cadenas en diseños que marcaron un hito en su época”.

Josa recuerda que Issey Miyake es un “arquitecto de la pureza” creando prendas artesanales que desafían el espacio y la gravedad.

Templos de la moda
Aprovechando estas sinergias entre moda y arquitectura nace la exposición “Templos de la moda”, que se puede ver en Madrid en Iconno (O’Donnell, 6) hasta el 15 de diciembre, donde se muestran once proyectos arquitectónicos que engrandecen a grandes firmas de lujo como Chanel, Dior, Louis Vuitton o Hermès, tiendas emblemáticas que tienen su sede en Nueva York, Hong Kong, Seúl o Singapur.

En el caso de Prada, su buque insignia en Tokio, indica la profesora del Isem, tenía como intención ser un “centro experiencia de compras”. Su intención era renovar su concepto y la forma de comprar. “La venta “on line” es un método sencillo para el cliente y las marcas tienen que ofrecer algo atractivo para que se acerque hasta el punto de venta”, señala Josa.

Los buques insignia de Chanel, Dior o Armani están en oriente “donde reside el lujo”
Los edificios de Armani en la Quinta Avenida, el de Louis Vuitton en Singapur o el de Dior en Tokio desvelan una continua obsesión tanto por parte de diseñadores como de arquitectos “por los volúmenes, su estética poética a la vez que funcional”.

Tiendas todas ellas situadas en oriente, “donde reside el lujo, en busca de resultar atractivos a sus principales clientes en la actualidad”, con fachadas traslúcidas con la intención de que se pueda ver el interior, tan atrayente que resulte difícil no querer traspasar la frontera de sus puertas.

“Espacios que por la noche se convierten en grandes linternas de la ciudad”, lugares, de nuevo, a los que mirar, que ensalzan el poder de las firmas y de quien les ha construido; un espacio diferenciado, vinculado a su esencia, para servicio y gloria de todos.